sábado, 26 de octubre de 2013

Llueve.

Me despertó la lluvia en mi sueño. 
Soñaba con la playa de noche, y oía una canción de fondo, todo el rato la misma canción. Durante todo el sueño. 
Hasta que me despertó un trueno, justo cuando apareciste tú. Y yo me desperté y me puse a llorar, como hacían las nubes.
Como hago siempre que sueño contigo.
Y es que nunca sueño contigo.
Por eso no estoy acostumbrada y me hace daño todo esto, me hace daño sentirme débil cuando apareces simplemente en un sueño.
Por eso me aterroriza la idea de volver a verte, y me siento increíblemente fuerte, y lo suficientemente bien como para levantarme cada día, y caminar. Porque sé que no te veré.
Sé que sólo volveremos a vernos en sueños.



miércoles, 23 de octubre de 2013

Infancia.


Cuando éramos pequeños, tendíamos a necesitar el amor de nuestra familia.
Esas personas imprescindibles, que siempre estaban allí, a las que acudías cuando te caías y te hacías daño. 
Ellos te ayudaban a levantarte sin pedirte nada a cambio.
Te cuidaban, te protegían sin pedirte nada, solamente que te portases bien, y que te comieses todo lo que había en el plato.
Los que tuvimos una infancia así, tenemos suerte.
Es la etapa que nos prepara para la adolescencia, le época más dura, que te enseña a prepararte para la vida real. Que es aún más cruel.
Y, quien no haya disfrutado en la infancia, ¿cuándo lo ha hecho?
Nunca lo va a hacer.
Lo malo es que nos damos cuenta de eso demasiado tarde.
Y las heridas que nos hacemos de mayores no nos las reparan nuestros padres.
Ni nos pueden ayudar a levantarnos, ni nos sostienen.
No nos curan. Aunque lo intenten. Simplemente pensamos que no nos entienden.
Pero, ¿sabéis una de las cosas que tenemos en común con nuestra infancia?
Las heridas.
Siempre son iguales.
De pequeños siempre nos reñían por arrancarnos las costras de la piel, era como si nos gustase sufrir ese poquito, como si nos incomodase que las heridas cicatrizasen.
Pues cuando nos hacemos mayores es igual. 
Rascamos y hurgamos en nuestra propia herida, por miedo, por sentirnos vivos. Y quienes no lo hacen, ya tienen las heridas de los demás.
Y, el día en el que por fin nos decidimos a dejar ir el dolor y a no volver a tocar la herida, para que cierre, es el día más vacío de nuestras vidas.
Y es que debes buscar otra cosa con la que poder herirse...




lunes, 7 de octubre de 2013

Quiero ser ideal.

El aire que respiro me está contaminando.
Necesito abrazarte.
El cielo está nublado, hace frío, todo es ideal. 
Recuerdo constantemente tus quejas, cuando me decías: ''prefiero mil veces este calor sofocante, que llevar mil cosas encima en invierno y que aún así tenga frío''.
Pero me la suda el frío o el calor, ¿sabes qué prefiero yo ahora?
Te prefiero a ti.
Y cada vez que me doy cuenta de hasta qué punto te necesito, me desanimo y pienso que tengo que salir de aquí, que necesito a alguien que llegue a mi vida y cambie todo.
Estoy perdiendo a toda la gente a la que quiero, algo malo debo de estar haciendo, ¿o no?
¿O tal vez las cosas pasan simplemente porque tienen que pasar y punto?
Tal vez haya que dejarse llevar, porque todo tiene un motivo.
Tal vez nunca fui suficiente y por eso todo se acabó. 
Quizá nunca estuvo bien que estuviésemos juntos.
Y esto estaba destinado a romperme el corazón y hacerme aprender.
Y perder.